13 de enero de 2017

Quizá un blog no deba ser eterno


Amigos lectores, he dejado entender más de una vez que todo cansa y eso incluye también a mi blog, aunque lo haya seguido escribiendo; los seres humanos somos así, inconstantes y erráticos, unos más que otros. En cualquier caso, para que no se me puedan aplicar gratuitamente las palabras de un coro de Los claveles, la zarzuela del maestro Serrano —dice que se va, dice que se va, dice que se va y vuelve—, querría desvelar algunos planes inmediatos.
No es que yo piense que exista una gran preocupación entre mis lectores por algo tan sin sustancia como si continúo o no con este cuaderno de bitácora. Pero tengo un especial agradecimiento y respeto por los que me han seguido estos años y me parece oportuno contarles lo que pienso hacer. El blog ha crecido demasiado y hay un solo responsable, que soy yo. Son ya casi mil páginas, calculando por el número de palabras que me indica el procesador de textos Word y la extensión de algún libro mío. Empiezo a no saber ya lo que he escrito hasta ahora, aunque puedo indagar en los índices para orientarme. Aun así, no creo que esto deba ser eterno, sobre todo siendo materia tan prescindible. Todo esto se entiende fácilmente.
No obstante, sería improcedente cortarlo definitivamente y para siempre. Tengo textos ya escritos, que no he podido publicar hasta ahora, porque otros los iban postergando. Desde mayo, cuando visité Batuecas, una muy bella y desconocida región de España, escribí unas páginas que me gustaría incorporar al blog. Desgraciadamente son unas cuantas y lo habré de hacer en varias entradas, como otras veces. Fue un trabajo al que dediqué algún tiempo y que, aunque sea algo largo, recoge y resume con alguna fidelidad lo leído en otros trabajos, muchos más extensos todavía.
También es probable que comente en alguna ocasión la inquietante actualidad política de nuestro país. Me consta que otra mucha gente lo hará mejor que yo, pero es difícil sustraerse al deseo, casi la necesidad, de expresar lo que uno piensa respecto a asuntos que nos afectan tan de lleno como los de naturaleza política. Estamos realmente en una situación nueva —sin exagerar, que ya se sabe que nihil novum sub sole— y bastante incomprensible. Incomprensible, porque no puedo entender que gentes tan sin preparación se arroguen el papel de descubridores infalibles de los remedios que necesita nuestro país. Para los mayores, que hemos conocidos otros ambientes y otras personas —no todas brillantes y, desde luego, no todas honestas—, a pesar de todo resulta inexplicable esa congregación de políticos nuevos tan extremadamente torpes. Pudieron tener un gobierno con sus hechuras y desperdiciaron clamorosamente la ocasión. Nadie se acusa de eso, pero sí piden perdón por cosas mucho más banales.
Quiero, pues, despedirme y lo haré más cumplidamente en mi próxima entrada. No es una despedida definitiva y espero que nos encontremos todavía de vez en cuando, en las páginas de este blog. Pero hay que domeñar a esta especie de Hidra de Lerna, la que Hércules mató en el segundo de sus doce trabajos, capaz de renovar y multiplicar incansablemente sus cabezas. Por cierto, leo en un escritor francés antiguo que hubo un decimotercer trabajo de Hércules, más difícil que los otros doce juntos. Cito textualmente: Avoir changé cinquante filles en femmes en une seule nuit (convertir cincuenta niñas en mujeres en una sola noche). Verdaderamente.
Quedará siempre lo ya escrito, con índices actualizados para la fácil búsqueda de los temas, e iré añadiendo alguna cosa tal cual vez. Más tarde, ya veremos. Quizá ahonde un poco más en vivencias y recuerdos personales, algunos esclarecedores de la sociedad en que he vivido. Nada parecido a unas memorias, que nunca he pensado en redactar. De hecho, he escrito pocas cosas personales en mi blog.
Todo lo mejor, queridos lectores. Hasta pronto, cuando me despida un poco más literariamente de vosotros. Hasta siempre.