12 de noviembre de 2016

El cuadrado SATOR


Dije en mi entrada anterior que pretendía hablar de los criptogramas de letras o literales, que no son tan abundantes como los numéricos y no tienen la riqueza y variedad de propiedades de estos —el más conocido quizá es el llamado cuadrado Sator, que muestro al final—. Ambos tipos tienen cierta relación con los palíndromos. Se conoce como palíndromo a un conjunto de letras o números que se leen lo mismo hacia adelante que hacia atrás. En el caso de números, tales cifras son llamadas capicúas. De los de letras, quizá el más conocido es el de Dábale arroz a la zorra el abad, con la variante menos popular de Adán dábale arroz a la zorra; el abad, nada.
Diferentes, aunque parecidos son los anagramas, en los que parejas de palabras tienen las mismas letras en diferente orden, como norte y tenor, o losa y olas. La primera pareja cumple un requisito que no cumple la segunda, si se consideran las sílabas: forman la misma palabra. Todos estos juegos representan diversas maneras de las muchas que existen para perder el tiempo. Pero tienen historia y se les ha supuesto en ocasiones poderes mágicos, por lo que las consideramos aquí.
El cuadrado Sator, considerado en conjunto, completo, es un palíndromo; no lo es si miramos las filas o columnas aisladamente. Si se empieza en el ángulo superior izquierda y se leen sucesivamente las filas, resulta: Sator arepo tenet opera rotas. Lo mismo ocurre si se leen las columnas. Y también, si se comienza en el ángulo inferior derecho y se leen las filas (hacia la izquierda) y las columnas ( hacia arriba).
¿Y qué?, puede que te preguntes, lector, con toda razón. Pues no mucho, la verdad. Son palabras latinas, excepto arepo, que no existe en dicha lengua, cuya traducción es complicada, confusa y banal: El sembrador Arepo mantiene diestramente las ruedas, con lo que quizá se aludiría a una probable tarea agrícola. Y sin embargo, y aquí reside el atractivo de todos los esoterismos, especialmente para ciertas mentes, algunos pretenden que el cuadrado esconde el secreto hermético de la cuadratura del círculo. Nada menos.
El cuadrado se ha descubierto en muchos sitios arqueológicos de Europa: en ruinas romanas de Inglaterra, en una de las paredes de la catedral de Siena, en Rochemaure (Francia), etc.; incluso, leo, en Santiago de Compostela. El más antiguo fue encontrado en las excavaciones de Pompeya, en 1925, esculpido en una columna de un gimnasio. Dado que se presenta en bastantes iglesias de la época medieval, e identificando al sembrador como el Creador, también se le ha dado una significación cristiana, con el sentido de: El Creador, autor de todas las cosas, mantiene con destreza sus propias obras. De hecho, con las veinticinco letras que lo forman (5x5), se puede formar una cruz con las palabras PATERNOSTER cruzándose perpendicularmente, en sentido vertical y horizontal, con la N en el centro común. Sobran dos A y dos O, que ocuparían los cuadrantes que quedan fuera de los brazos de la cruz y corresponderían a las alfa y omega griegas, representando el principio y el fin. Se trataría de una crux dissimulata, utilizada por los primeros y perseguidos cristianos. Con esta interpretación no están de acuerdo todos los estudiosos. Vaya, menos mal.
Más probablemente, en mi entender, este cuadrado, como tantas otras fórmulas mágicas, sería uno más de los objetos apotropaicos —destinados a prevenir y proteger a los poseedores contra las mil calamidades que nos acechan constantemente—, presentes en rituales y supersticiones de todas las edades y culturas, propuestos para garantizar nuestra salud y bienestar y que no han funcionado demasiado bien nunca. Digo yo, me parece a mí.

6 de noviembre de 2016

Sobre los criptogramas numéricos


Recién nacido este blog, en mi entrada del seis de diciembre de 2013 mencioné el cuadrado o escudo con dieciséis casillas —esculpido en la fachada de la Pasión de la Sagrada Familia de Barcelona, obra del escultor José María Subirachs—, en las que hay números con una particularidad: sumando las filas, las columnas o las dos diagonales principales, se obtiene siempre la cifra 33. Señalé entonces que en un libro del jesuita alemán del siglo XVII, Atanasio Kircher, ya aparecen estos criptogramas y se afirma que fueron ideados por los “sabios antiguos”, sin mayores precisiones.
En este de la Sagrada Familia los números no son correlativos y dos de ellos se repiten, con objeto de que la suma sea 33, la edad de Cristo. Trabajo quizá innecesario, puesto que nadie sabe con certeza la edad a la que murió Cristo y muchos cristólogos postulan que debió de ser más bien con 36 o incluso 39 años, basándose en datos históricos y astronómicos, relacionados con las reglas por las que se regía la celebración de la Pascua judía. En el cuadrado mágico clásico de dieciséis casillas los números sí son correlativos y la suma de filas, columnas y diagonales es 34, no 33
Así es el que figura en el célebre grabado Melancolía I, de Alberto Durero (ver foto), donde otras combinaciones de casillas también suman 34 (las cuatro centrales, las de las esquinas, etc.); las centrales de la última fila dan el año en que se compuso el grabado: 1514. Este cuadrado 4x4, de dieciséis casillas, es el llamado sello de Júpiter. El de 3x3 es el consagrado a Saturno. Los sucesivos, a partir del 5x5, están dedicados a Marte, el Sol, Venus, Mercurio y la Luna, como recoge Cornelius Agrippa en De oculta philosophia libri tres, de 1533.
Para concretar lo de los “sabios antiguos” de Kircher, contaré que estos cuadrados mágicos ya se conocían en China desde el tercer milenio a. C. Según la leyenda Lo Shu, el río Lo se desbordó y los pobladores de la zona hicieron ofrendas al dios del río para calmarlo —algo malo habrían hecho—, pero una tortuga que andaba por allí se acercaba a ellas y las rechazaba. Hasta que un niño se dio cuenta de que en su caparazón estaba marcado el sello de nueve casillas, con sus números que suman 15. Se tuvo esto en cuenta y se remansaron las aguas. Mano de santo. Los dioses son caprichosos muchas veces.
Empecé esta entrada porque quería completar lo ya escrito sobre los criptogramas numéricos y hablar de los de letras; lo haré en la próxima. Dan menos juego que los de números y para confirmarlo añado un curioso criptograma de nueve casillas, de números no correlativos. Con las reglas ya conocidas, la suma es 369. Curiosamente, si se suma el número de letras que componen los nombres de dichas cifras en castellano (noventa y tres, son 12 letras, etc.) —están en el cuadrado inferior—, esa suma, con las mismas reglas, es también constante: 48. Esto ya es apotropaico, es pura magia, y tiene que servir para algo: para no morir nunca —qué horrible—, para tener éxito con las mujeres…, no sé. Cuando lo sepa bien, lector, te lo haré saber, que no soy tan egoísta.

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