26 de junio de 2015

¡Qué país, Miquelarena!


Un amigo mío, excelente médico y excelente poeta, me envía unos versos en broma, resumiendo muy a su modo la situación en el ayuntamiento de Madrid, tras las pasadas elecciones. Lo que me da pie para divagar sobre una expresión que tuvo cierta popularidad hace ya tiempo. Los versos son estos:
Con aires de comadrona
nos va a gobernar Carmena,
ayudada por Carmona.
¡Qué país, Miquelarena!

El último verso es poco más que un ripio, pero que se ampara en algo real, un dicho de historia no tan reciente y que muchos no conocerán. La expresión fue acuñada por el periodista Pedro Mourlane, nacido en Irún, que la hizo célebre en su tiempo. Mourlane cursó estudios de Medicina y Letras en la Universidad de Valladolid y acabó finalmente como periodista, crítico literario y ensayista. Fue uno de los que intervinieron en la composición de la letra del himno falangista Cara al sol.

¿Y quién era este Miquelarena? Pues otro escritor y periodista vasco, educado en Francia e Inglaterra, muy culto, conocedor de idiomas como Mourlane, y perteneciente también al círculo literario de Falange Española. Jacinto Miquelarena nació en Bilbao en 1891 y durante la guerra civil dirigió Radio Nacional de España desde Salamanca. Fue amigo de Miguel Mihura y Jardiel Poncela y colaborador de revistas de humor, como La Codorniz y otras. Hizo una traducción del poema de título If, de Rudyard Kipling, que, cuando yo estudiaba mi carrera, se encontraba en muchos cuartos estudiantiles de los Colegios Mayores de Madrid. Umbral dijo de Miquelerena que fue uno de los grandes prosistas de su época.

Murió en París, en donde estaba como corresponsal del periódico ABC. Allí fue diagnosticado de cáncer. Esto, junto a algunas críticas de la dirección de su propio periódico sobre su actividad profesional, por dedicarse más a lo literario que a la información —sobre esto diré algo más otro día—, le llevó al suicidio en 1962. Se arrojó al metro en una estación próxima a su domicilio.

Me conmueve recordar a personas así, conocidas, más o menos famosas en sus tiempos y hoy prácticamente olvidadas. Sus vidas me hablan de la futilidad de todo, de la banalidad de muchas luchas. Lo que me queda de este mirar atrás es la tristeza de su muerte, la intuición del tenebroso mundo en el que se instalaron al final de su vivir. Y, quiero resaltar esto, a estas alturas, en el momento que escribo, constato que me importa muy poco —nada— que militaran en un partido u otro. Me queda sólo la compasión porque llegó un día en que conocieron o hasta buscaron la Muerte. La historia de todos, el fin de todos. Y me interrumpo aquí, que prometí entradas amables en este verano.

 

21 de junio de 2015

Monjas, banderas y oscuros misterios


Palabras clave (key words): dos monjas catalanas, industria farmacéutica, miracle mineral solution

Al final, la vida resultó bastante impredecible. Si a mis veinte años alguien me hubiera dicho que más de medio siglo después estaría yo ocupado con monjas, banderas y oscuros misterios teológicos, no lo habría creído, simplemente. Pensaba yo entonces que, en mi vejez, esas cosas serían amables recuerdos del pasado, sin apenas presencia ya en el mundo: algunas cándidas y discretas monjas en lugares perdidos, banderas ondeando grácilmente al viento, sin más connotaciones, y los misterios sepultados en textos inhallables de teología, casi ocultos por el polvo en los sótanos de las bibliotecas.

No ha sido así. ¡Menudos jaleos con las banderas! Y monjas dando mucho que hablar; me referiré sólo a dos, catalanas. Por una, sor Lucía Caram, siento tierna compasión. Sufre de amores, seducida —autoseducida, sería más correcto— por Artur Mas, quien no la corresponde y menos ahora que ha puesto el turbo al soberanismo. La otra, sor Teresa Forcades, es infinitamente más compleja y digna de estudio.

Leer el CV de sor Teresa puede desorientar por el acopio de información no muy conexa. Parece una de esas personas que se buscan incansablemente y se dedican a tareas muy diversas, con el riesgo de lo que en inglés se denomina to spread too thin (extenderse con poca profundidad). Hizo la carrera de Medicina en Barcelona y la residencia en Medicina Interna en un hospital de Buffalo, New York, de 1992 a 1995. De 1995 a 1997 logró en Boston un Master of Divinity, signifique eso lo que signifique. Ese mismo año, ya en Barcelona, ingresó en el monasterio de Sant Benet de Montserrat, aunque  siguió estudiando Salud Pública, con un trabajo sobre la mortalidad por cáncer de mama en monjas de la diócesis. Investigación no excesivamente novedosa, dado que ya Bernardino Ramazzini comprobó en 1713, hace unos trescientos años, que el cáncer de mama era más frecuente en monjas. El CV adolece del defecto más común: inclusión de datos irrelevantes. Leo que tiene once artículos médicos. Sin embargo, buscando su nombre en la National Library of Medicine, que indiza las revistas de alguna entidad, encuentro sólo uno, en español, publicado en Atención primaria, en 2007, por un grupo CAM, dedicado a medicinas complementarias y alternativas.

Otro opúsculo de sor Teresa lleva el poco ambiguo título de Los crímenes de las grandes compañías farmacéuticas y en él se dice que “la capacidad innovadora de la industria farmacéutica prácticamente ha desaparecido” (sic). Sin negar los abusos de tal industria, todo aparece allí sesgado ad nauseam. Nuestra monja ha estado sin contacto real con la medicina clínica desde 1995. De no ser así, habría podido comprobar los espectaculares e innegables avances en muchos tipos de fármacos —inmunosupresores, antitumorales, etc., por citar algunos—, que cuestionan sus afirmaciones.

Otro libro de sor Teresa es La Trinitat, avui (La Trinidad, hoy), editado por Publicacions de l'Abadia de Montserrat, S.A., de 96 páginas, que quizá interese a algunos lectores, pero no a mí, ciertamente, dicho sea con todo respeto. En otra parte, veo un saludo inicial suyo. El original está en catalán y para leerlo en castellano se recurre a la traducción de Google, que puede resultar bastante incomprensible y se debería haber mejorado. Con estas salvedades, ahí va:

Querida, querido: Paz y Bien. […] Dios está con nosotros, no para controlarnos, ni para juzgar hacernos, ni por condenarnos; Dios está con nosotros porque le gustamos, porque le gusta estar con nosotros y que lo tengamos en cuenta, le gusta que le hacemos caso, que nos damos cuenta de su amor y de su fidelidad para con nosotros; Dios busca nuestra reciprocidad libre y amorosa. Dios nos conoce y confía en cada una de nosotros: cree que todos sin excepción tenemos la capacidad de ser en nuestro mundo testigos del Amor y la Libertad que nos vienen de Dios.

Sin negar a nadie su derecho al lirismo, a su especial sensibilidad y a sus éxtasis, me atrevería a pensar que no todos los seres humanos compartirán una visión tan dulce y mirífica del Creador, con razón o sin ella.

Sor Teresa cree en las medicinas alternativas; no es la única y tiene todo el derecho del mundo. Podría inducir a error su condición de médico; alguien podría pensar que sabrá muy bien por qué dice las cosas que dice. Para mí, lo que resulta notable es que, habiendo estado en contacto algún tiempo con la medicina científica, pueda tener algunas de las ideas que tiene: sobre la necesidad de vacunarse o sobre la Miracle Mineral Solution. Esta es una solución tóxica de 28 % de clorito de sodio en agua destilada. El nombre fue acuñado por Jim Humble, ‘arzobispo’ fundador de  Genesis II Church of Health and Healing, en su libro publicado en 2006, The Miracle Mineral Solution of the 21st Century. La Food Standards Agency americana ha reiterado ya su advertencia sobre este producto milagroso.

Sor Teresa es, obviamente, independentista y en 2013 creó, con Arcadi Oliveres —un economista partidario del decrecimiento, de la disminución controlada de la producción económica— una plataforma popular por la secesión de Cataluña.

Esta entrada la podría haber dividido en dos, como he hecho otras veces, pero me aterra la idea de continuar con esta temática aburrida y estéril. He preferido hacerla más larga de lo habitual y que el lector comparta mis sufrimientos. Repito lo del principio: si alguien me hubiera dicho en mi juventud que estaría hoy escribiendo sobre estos temas, no lo hubiera creído jamás. Pero así es la vida de imprevisible. Termino con algo muy obvio: las dos monjas catalanas son muy diferentes. Sor Lucía es una pobre mujer enamorada. Lo de Sor Teresa es mucho más complicado y grave.

Lector, créeme, podría escribir un libro sobre todo esto. Y como ya me excedí en la extensión habitual de mis entradas, te diré algo más. La hija de unos amigos míos es también médico y monja y está siempre en los lugares más tristes y desolados de la Tierra, ayudando a quien lo necesita. No la conoce nadie, sólo sabemos de ella su familia, los amigos… y las innumerables pobres víctimas a las que ampara constantemente.

Sor Teresa describe a su Dios y cuenta que Le gustamos, que Le gusta estar entre nosotros. El Dios que yo podría imaginarme es bastante distinto. Es racional y justo y difícil de engañar. Y es bueno sobre todo en una cosa: separar el oro de la paja.