11 de junio de 2014

Del verano, de la belleza fugaz

Un poco más sobre Alemania. A Semino Rossi lo conocí en la televisión de ese país, en la que aparece con frecuencia. Y más tarde recibí también de allí una presentación en PowerPoint en la que como fondo se oye, cantada por él, La Paloma, la canción que compuso Sebastián Iradier dos años antes de morir, habitando ya un olvido triste y pesante, que sólo enmendaron la Muerte y la fama póstuma. Sin poder disfrutar del inmenso éxito de esa última canción en el mundo entero.

         La presentación, que adjunto en esta entrada —y es el núcleo y la justificación de la misma—, es sobre un happening, que se celebra cada dos años en Hamburgo; este año (2014) será del uno al tres de agosto. Al menos siete grandes líneas de cruceros suelen llegar a la ciudad en estas fiestas. En dicha presentación pude ver su inmenso puerto, por la noche, entre decenas de fuegos artificiales y con sabios juegos de luz, dirigidos por el diseñador de luces (lighting designer) Michael Batz, empleando focos, que barren el área completa del espectáculo. Los edificios y los barcos están envueltos en luz.

         Y vi, sobre todo, desbordantes masas de gentes emocionadas y alegres, dispersas en los embarcaderos del puerto, en terrazas al aire libre, en las cubiertas de los innumerables buques de todos los tipos y tamaños; por todas partes, con sus corazones ardiendo en una tibia noche de verano nórdico, tan efímero. Queriendo aprisionar la fugaz belleza del instante, que inevitablemente no vuelve hasta pasados dos años. Con la necesidad y la urgencia de darse prisa por apurar el buen tiempo, los atardeceres de estío, eternos en esas latitudes. Unidos todos en la inocente observancia del Carpe diem (aprovecha el día) latino; siguiendo sin saberlo ancestrales y felices ritos dionisiacos, que subyacen en todas las culturas. Intentado fijar para siempre el ambiente feérico del momento y poder recordarlo después. Aconteceres así siempre engendran la nostalgia, la fatal sensación de que todo termina demasiado pronto, la constatación de que la felicidad ocupa sólo una parte reducida de nuestras vidas. Leo que eran unas seiscientas mil almas de todo el mundo, asomadas atónitas e incrédulas al río Elba, transformado por arte de magia en un enorme, bello y fugitivo escenario.

Festivales análogos hay en todos los países. Quizá en los del norte de Europa, con veranos limitados que pasan volando, las gentes tienden a aprovecharlos con mayor vehemencia, con ansias más apremiantes. Es hermoso verles tan decididos a no dejar escapar la huidiza felicidad.


         Nota 1: He sido incapaz de cargar la presentación. Trataré de arreglarlo. Si alguien me manda, como comentario, su dirección de correo, estaré encantado de  enviarla.
         Nota 2: Creo que logré subir la presentación. Pero sólo las diapositivas, no la música de fondo (La Paloma, por Semino Rossi). Seguiré porfiando.
 

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