12 de enero de 2014

Viaje del Parnaso, de Miguel de Cervantes


Lector amigo, ya he expresado otras veces mi propósito primordial en este blog: exponer mis preferencias literarias e incitar ingenuamente a seguirlas o rebatirlas. Todo lo razonadamente que sea posible, que ya se sabe que en materia de gustos no siempre se está en el terreno de lo lógico e indiscutible. Yo no tengo la Verdad, ni en esto ni en nada, y lo que sí hago es urgirte a que vengas conmigo a buscarla, como pedía Antonio Machado en su cantar famoso: ¿Tu verdad? No, la Verdad, / y ven conmigo a buscarla. / La tuya, guárdatela. Y a mí sí me la puedes contar que, cuando el poeta escribió aquello de “la tuya, guárdatela”, estoy seguro de que se refería a sujetos que tienen su verdad como intocable y pretenden imponerla de alguna manera innoble.

Muchas de mis ideas sobre este tema están en mis Apuntes sobre Literatura, ya mencionados en alguna ocasión y que me llevaron algún tiempo. En su Introducción digo: “Estas notas son para mi uso personal, pero están escritas con la idea de que pudieran ser leídas, algún día, por un lector poco avisado o imprudente. Esto último no debe confundir o desvirtuar su principal objetivo o hacer injustificables las licencias que me tomo. Estas licencias se resumen, en la práctica, en una: no tengo ninguna intención —y por lo tanto ninguna obligación— de ser absolutamente completo, meticuloso o académico”.

En mis Apuntes no quise dar nombres de obras o autores de los que no tengo una buena opinión y así lo manifesté desde el principio: “Es difícil, y para mí creo que imposible, estar completamente seguro de la verdad, de la exactitud, de lo que uno piensa u opina; y esto es aplicable, naturalmente, a todos los juicios o valoraciones que seguirán en estas páginas. Por otra parte, no me gusta expresar críticas negativas, que puedan molestar a alguien y, si lo tengo que hacer, querría que fuera con la máxima discreción y contención. Estos dos factores, juntos, me llevan a no citar por sus nombres a los autores de los que tengo una impresión no buena, aunque esta se refiera sólo a una parte de su obra, la expuesta o mencionada aquí, dejando indemne el resto”.

He tratado de indagar cómo actuaron otros autores en trances parecidos. Cervantes escribió su Viaje del Parnaso en el año 1614. No es una obra que te recomiende para pasar un buen rato. Yo me obligué a leerla por las razones que cuento y no la aconsejaría sin más. Es un largo poema en tercetos encadenados (la rima, consonante, es aba / bcb / cdc / ded…) en el que poetas conocidos por el autor, con sus nombres, son calificados como buenos, y se narra su lucha contra los malos poetas. Vencen los buenos —se trata de una obra de ficción— y de los malos no se dan nombres, con alguna excepción.

En un caso, se da sólo el nombre de la obra, La pícara Justina, pero no el del autor. En realidad, no se sabe si fue Francisco López de Úbeda, un médico toledano, o Andrés Pérez, un dominico leonés, o Baltasar Navarrete, un dominico vallisoletano. También se nombra a Antonio de Lofraso (1540-1600), poeta sardo, autor de la novela pastoril Los diez libros de Fortuna de Amor, que es uno de los veinte que, en el fragor de la batalla, se pasaron al ejército de los malos poetas, según cuenta Cervantes. En el famoso escrutinio (Don Quijote, I, 6) el cura dice del libro del sardo que “es el mejor y más único de cuantos deste género han salido a la luz del mundo”. El elogio es tan desmesurado que los críticos piensan que es irónico. Conté el número de los buenos poetas en el poema y resultaron unos ciento veinte. También está entre los malos poetas Jerónimo de Arbolanche, autor del poema épico Las Abidas, al que otros califican como hábil versificador y humanista de gran cultura. También entre los malos vates se cita a un tal Pedrosa, del que no he averiguado nada más.

 Cervantes ya había escrito y publicado en 1585, como parte de La Galatea, un Canto a Calíope, en el que mencionaba a cien poetas españoles, de manera laudatoria. En La casa de la memoria, Vicente Espinel (1550-1624) cita a poetas españoles, entre músicos y otros personajes notables.  El Laurel de Apolo es de 1630 y en él Lope de Vega elogia a los poetas de su tiempo. En diez silvas, aparecen unos trescientos españoles y portugueses y otros de diversas nacionalidades.

Muchos de estos datos se encuentran recogidos en una obra posterior, Parnaso español, antología en nueve tomos de poesía castellana, de Juan José López de Sedano (1729-1801). En el tomo VIII de la misma (1774), encuentro una lista de unos seiscientos poetas, de la que dice el autor: “No deja de ser asombrosa en el número y no faltan en ella los poetas más clásicos de la Nación; sin embargo podemos asegurar que no comprende ni aun la tercera parte de los que hasta hoy conocemos y conocerá el Público en su lugar”. Se refiere, entiendo, a los muchos poetas de ámbito local, no conocidos en el conjunto del país. La lista puede ser consultada allí.

Lector, ya ves que hay muchos libros similares y no te los recomendaré para tu solaz. Los menciono porque, aun tratándose de un sencillo blog sin pretensiones, a veces uno tiene la obligación de informarse un poco y trabajar en lo no gratísimo.

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